Dicen que la música amansa a las fieras. Lo que no cuentan es que también era un remedio eficaz contra los venenos.
El Tarantulismo era común en el sur de Italia en los siglos dieciséis y diecisiete. Durante una estación del año proliferaban estos arácnidos y existía la fantástica creencia de que si te picaban, al cabo de unas horas entrabas en un extraño estado en el que no podías parar de moverte, saltar, gritar, adoptando posturas de lo más extrañas… Una especie de baile de San Vito.
El único remedio conocido contra este mal era la música. Sí, sí, como lo oyen. Al escucharla, la persona que había sido mordida, iniciaba un baile que era conocido como “la danza de la tarántula”. Seguramente debido al esfuerzo del baile interminable la víctima sudaba tanto que eliminaba de su organismo los restos del veneno. A esta locura colectiva que se extendió como una plaga por Europa se le llamó Tarantulismo.
Y de ahí viene lo de Tarantella. El famoso ritmo italiano de seis por ocho parece ser que tiene su origen aquí, y se dice que el baile napolitano del mismo nombre es similar al que efectúan las tarántulas durante el apareamiento.
Pedro Mexía, escritor y humanista del Renacimiento, en un capítulo de “Silva de varia lección” relata este divertido fenómeno:
“…dizen que, luego que es mordido el hombre, hazen traer a la mayor presteza que pueden, al que assí está mordido, hombres que tañen vihuelas y flautas y otros instrumentos, haziendo sones diversos y cantando cantares. Oyda la música por el herido, comiença a bailar, haziendo diversas mudanças, como si toda su vida huviera usado aquel bayle. Y en esta furia y fuerça del bailar está, hasta que aquella maldita ponçoña se gasta en aquel exercicio (…). Y dize más; que algunos de estos que son assí curados, paresce ser que no quedaron perfectamente sanos: después de andar ya buenos, les queda a algunos dellos que, si oyen de súbito tocar algún instrumento, comiençan ellos a menear los pies y las manos y querer baylar, sin poderse refrenar; y esto les dura algunos tiempos, hasta acabar de quitarse la ponçoña dicha”
No dudo yo de los efectos mágicos de la música, si hasta Juan Eusebio Nuremberg en su “Oculta Filosofía” habla de una fuente de Halesina que cuando tocaban cerca de ella, las aguas se alborotaban y se ponían a danzar.
Pero esta es otra historia...
(Pasen un buen fin de semana. Yo aprovecho que el lunes es festivo y este fin de semana me voy a Madrid. Disfruten mucho)