jueves, mayo 01, 2008

Robert Callender – Le Musée de l’Impressionnisme (197?)

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Lost Driver

Nadars, el fotógrafo, celebra una fiesta en su casa. Hacia ella se dirige un animoso grupo de artistas ataviados con atuendos verdes, ocres y azul celeste. Huelen a jazmín y a brisa de mar, y portan exóticos sombreros adornados de vistosas plumas. Los hay que incluso lucen con esmero unos collares de brillantes dorados, dando lugar a unos juegos de luces entre divertidos y misteriosos. Vienen dispuestos a bailar los colores. A oler las risas. A cantar las almas.

Los invitados son recibidos por Robert Callender y su orquesta de pinceles sonoros, que ejerce de maestro de ceremonias. Entre coros extasiados y una calma mística empiezan a sucederse escenas de lo más pintorescas. Tras una liturgia souly a modo de bienvenida, todos se ven asaltados por enloquecidas percusiones. Desenfreno. Calentura. La voz de Callender invita a perderse para siempre en este loco cocktail de pianos eléctricos, violines que se deshilachan hasta fundirse con bajos vacilones, e interludios de sintetizadores que impregnan las paredes, suelo y techo. La multitud alcanza el paroxismo. De repente nos hallamos frente a los retratos.

Monet descansa lánguido en un rincón de ensueño. Renoir toma daiquiris en la pista de baile de un crucero rumbo a alguna isla del Pacífico. Un saxo nos conduce a la clase de danza de Monsieur Dégas. Los bailarines ejecutan sus sensuales números en un cuarto perfumado de lavanda, pads de sintetizadores y disco-funk. Morisot está envuelto de ángeles que hacen sonar sus flautas entre burbujeantes teclados y lacónicas guitarras con wah-wah.

Van Gogh se debate entre la calma y la enajenación polirrítmica con marcados acentos latinos. Paul Gaughin enciende un fuego a la manera de Jim Morrison con ominosas texturas de ‘slide guitars’ y marimbas. Toulouse-Lautrec descansa su enorme pequeñez en una cama de agua junto a sus hermosas odaliscas acariciados por un delicioso funk downtempo. Bazillet protagoniza un improbable encuentro entre una suerte de northern-soul con ráfagas de moog y un número propio de un espectáculo de music-hall.

La fiesta toca a su fin. Callender nos obsequia con sus más locos lucimientos vocales y todos son amablemente conducidos al lugar por donde entraron. La entrada al Museo del Impresionismo.

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6 comentarios:

Jefe Dreyfus dijo...

joder, eso es una fiesta como dios manda, solo le falta un concurso de camisetas mojadas!

Dr.Benway dijo...

Pues sí, me hubiera gustado vivir fiuestukis como las de antes, ahora no molan tanto :(

Anónimo dijo...

very nice post, lost driver!
dejemoslo sonar por las instalaciones... ;)
ta luek

Anónimo dijo...

¡ qué ImpReSióN !

el loco oficial dijo...

qué maravilla! (qué otra cosa podría decir ahora que ya nos hemos visto las caras jeje ;) )

el loco oficial dijo...

Offtopic: por cierto chicos (Aura, Lost Driver, Fran y Xavi, os dedico el último post de mi blog)